jueves, 13 de noviembre de 2014

LA EDUCACIÓN DURANTE LA RESTAURACIÓN (1874-1931)


La Restauración española es, desde mi punto de vista, el origen del modelo político y social de la España contemporánea. En efecto, en ese momento se fraguó un modelo con apariencia de democracia y modernidad pero que no rompía con las estructuras de poder del Antiguo Régimen: monarquía, ejército, Iglesia, economía al servicio de unas élites oligárquicas compuestas mayoritariamente por terratenientes, caciquismo, corrupción y la ausencia, por parte de los sectores conservadores del país, de una apuesta clara por mejorar el nivel intelectual y cultural del conjunto de la población. Todo ello imposibilitó y sigue imposibilitando el desarrollo económico sostenible y sólido de un país  con una situación geográfica estratégica (es la puerta del Mediterráneo, entre otras cosas) y rico en recursos y posibilidades. La monarquía “parlamentaria” asentada en un bipartidismo que se turna en el poder es la cara más visible de esta nueva configuración política que se ha mantenido, con  sus avances y retrocesos y sus inevitables cambios histórico-sociales, hasta nuestros días.
La política cultural y educativa de la época refleja, como  no podía ser de otra manera, esta realidad socio-política. Por una parte nos encontramos con una sociedad eminentemente agrícola, con medios de producción arcaicos y en la que la propiedad de la tierra se encuentra en manos de unos terratenientes que prefieren vivir de las rentas en lugar de invertir en la mejoras necesarias para aumentar la productividad de dichas tierras. Esta circunstancia mantiene una enorme masa de jornaleros que sobreviven en situaciones de pobreza y precariedad y a los que la inaccesibilidad real a la cultura y la educación mantiene en el analfabetismo. Por otra parte las ciudades van aumentando su población y se empieza a desarrollar una incipiente industrialización alimentada por trabajadores asalariados que empiezan a organizarse y de las que surgirá un movimiento obrero que será decisivo en la configuración política del país. Es precisamente en las ciudades donde las clases medias y la pequeña burguesía reclaman cambios profundos tanto políticos como económicos, y donde los liberales encuentran sus mayores apoyos.
La gran crisis de final de siglo que sufrió España tuvo una consecuencia positiva, el nacimiento de un movimiento intelectual y social que abogó por la necesidad ineludible de una regeneración completa del país que se tendría que cimentar en la educación. Quizás, sin las enormes repercusiones que tuvo la crisis en nuestro país, este movimiento no hubiese encontrado en el conjunto de la sociedad y del stabliment político el eco y la repercusión que efectivamente tuvo. Este consenso social posibilitó un cierto consenso político en cuanto a la necesidad de impulsar reformas que mejorasen  la educación. De entre todas las reformas educativas que se llevaron a cabo, la que a mi parecer tuvo una mayor trascendencia fue la creación, por primera vez en España, de un ministerio propio: el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes en 1900 que supuso la definición de la escuela como una institución social  y ponía en manos del estado el diseño, mantenimiento y organización de la educación, limitando, de facto, el poder que en este ámbito había detentado la Iglesia Católica.
Pese a las reformas que se llevaron a cabo, entre ellas la ampliación de la enseñanza obligatoria hasta los doce años, en su conjunto no se consiguió avanzar significativamente en la alfabetización de la sociedad, ni en la extensión de la educación secundaria entre los sectores populares, quedando ésta reducida a los sectores de la burguesía y las clases altas.
Por otra parte, la libertad de cátedra que había sido reconocida ya durante el sexenio revolucionario, se vio periódicamente amenazada durante los periodos de gobierno conservadores y para ello se dotó a la Iglesia Católica del poder para supervisar todas las cuestiones educativas que tuviesen que ver con la religión y la moral. Entonces, como ya había venido sucediendo anteriormente y cómo sigue sucediendo en la actualidad, los intentos de la Iglesia y los conservadores por imponer su influencia en la educación fueron una constante fuente de conflictos y enfrentamientos con los sectores liberales de la sociedad. Como respuesta a estas continuas injerencias  de la Iglesia en la libertad de cátedra se creó una de las instituciones que más importancia ha tenido en la modernización de la cultura española: la Institución Libre de Enseñanza. Esta institución, nacida en principio como universidad privada y laica, pronto se convirtió en todo un referente cultural y educativo en todo el proceso de renovación pedagógica que se comenzó a gestar en España.
En efecto, la ILE extendió su influencia más allá de los muros de la institución y se convirtió en un agente que colaboró activamente con los gobiernos liberales en la creación, diseño y dirección de nuevas instituciones educativas cuyo función era la de  ejecutar y apoyar todas las reformas y nuevas políticas que, en materia de educación, se estaban intentado implementar. Todo ello, junto con la aparición de diversos movimientos de renovación pedagógica contribuyó a que la pedagogía adquiriese un reconocimiento social que no había tenido hasta ese momento y cuya aportación a la educación fructificó durante la II República.
Desde mi punto de vista, si algo se evidencia durante la etapa de la Restauración es la constatación de como el progreso social y cultural en nuestro país se ha visto constantemente obstaculizado por la Iglesia Católica, las fuerzas conservadoras y el grueso de las élites económicas. Esta evidencia adquirirá su expresión más dramática durante la II República y la posterior Guerra Civil y, de alguna manera, sigue evidenciándose hoy en día en las políticas educativas de los diferentes gobiernos.