La Restauración española es, desde mi punto de vista,
el origen del modelo político y social de la España contemporánea. En efecto,
en ese momento se fraguó un modelo con apariencia de democracia y modernidad
pero que no rompía con las estructuras de poder del Antiguo Régimen: monarquía,
ejército, Iglesia, economía al servicio de unas élites oligárquicas compuestas
mayoritariamente por terratenientes, caciquismo, corrupción y la ausencia, por
parte de los sectores conservadores del país, de una apuesta clara por mejorar
el nivel intelectual y cultural del conjunto de la población. Todo ello
imposibilitó y sigue imposibilitando el desarrollo económico sostenible y
sólido de un país con una situación
geográfica estratégica (es la puerta del Mediterráneo, entre otras cosas) y
rico en recursos y posibilidades. La monarquía “parlamentaria” asentada en un
bipartidismo que se turna en el poder es la cara más visible de esta nueva
configuración política que se ha mantenido, con
sus avances y retrocesos y sus inevitables cambios histórico-sociales,
hasta nuestros días.
La política cultural y educativa de la época refleja,
como no podía ser de otra manera, esta
realidad socio-política. Por una parte nos encontramos con una sociedad
eminentemente agrícola, con medios de producción arcaicos y en la que la
propiedad de la tierra se encuentra en manos de unos terratenientes que
prefieren vivir de las rentas en lugar de invertir en la mejoras necesarias
para aumentar la productividad de dichas tierras. Esta circunstancia mantiene
una enorme masa de jornaleros que sobreviven en situaciones de pobreza y
precariedad y a los que la inaccesibilidad real a la cultura y la educación
mantiene en el analfabetismo. Por otra parte las ciudades van aumentando su
población y se empieza a desarrollar una incipiente industrialización
alimentada por trabajadores asalariados que empiezan a organizarse y de las que
surgirá un movimiento obrero que será decisivo en la configuración política del
país. Es precisamente en las ciudades donde las clases medias y la pequeña
burguesía reclaman cambios profundos tanto políticos como económicos, y donde
los liberales encuentran sus mayores apoyos.
La gran crisis de final de siglo que sufrió España
tuvo una consecuencia positiva, el nacimiento de un movimiento intelectual y
social que abogó por la necesidad ineludible de una regeneración completa del
país que se tendría que cimentar en la educación. Quizás, sin las enormes
repercusiones que tuvo la crisis en nuestro país, este movimiento no hubiese
encontrado en el conjunto de la sociedad y del stabliment político el eco y la
repercusión que efectivamente tuvo. Este consenso social posibilitó un cierto
consenso político en cuanto a la necesidad de impulsar reformas que
mejorasen la educación. De entre todas
las reformas educativas que se llevaron a cabo, la que a mi parecer tuvo una
mayor trascendencia fue la creación, por primera vez en España, de un
ministerio propio: el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes en 1900
que supuso la definición de la escuela como una institución social y ponía en manos del estado el diseño,
mantenimiento y organización de la educación, limitando, de facto, el poder que
en este ámbito había detentado la Iglesia Católica.
Pese a las reformas que se llevaron a cabo, entre
ellas la ampliación de la enseñanza obligatoria hasta los doce años, en su
conjunto no se consiguió avanzar significativamente en la alfabetización de la
sociedad, ni en la extensión de la educación secundaria entre los sectores populares,
quedando ésta reducida a los sectores de la burguesía y las clases altas.
Por otra parte, la libertad de cátedra que había sido
reconocida ya durante el sexenio revolucionario, se vio periódicamente
amenazada durante los periodos de gobierno conservadores y para ello se dotó a
la Iglesia Católica del poder para supervisar todas las cuestiones educativas
que tuviesen que ver con la religión y la moral. Entonces, como ya había venido
sucediendo anteriormente y cómo sigue sucediendo en la actualidad, los intentos
de la Iglesia y los conservadores por imponer su influencia en la educación
fueron una constante fuente de conflictos y enfrentamientos con los sectores
liberales de la sociedad. Como respuesta a estas continuas injerencias de la Iglesia en la libertad de cátedra se
creó una de las instituciones que más importancia ha tenido en la modernización
de la cultura española: la Institución Libre de Enseñanza. Esta institución,
nacida en principio como universidad privada y laica, pronto se convirtió en
todo un referente cultural y educativo en todo el proceso de renovación
pedagógica que se comenzó a gestar en España.
En efecto, la ILE extendió su influencia más allá de
los muros de la institución y se convirtió en un agente que colaboró
activamente con los gobiernos liberales en la creación, diseño y dirección de
nuevas instituciones educativas cuyo función era la de ejecutar y apoyar todas las reformas y nuevas
políticas que, en materia de educación, se estaban intentado implementar. Todo
ello, junto con la aparición de diversos movimientos de renovación pedagógica
contribuyó a que la pedagogía adquiriese un reconocimiento social que no había
tenido hasta ese momento y cuya aportación a la educación fructificó durante la
II República.
Desde mi punto de vista, si algo se evidencia durante
la etapa de la Restauración es la constatación de como el progreso social y
cultural en nuestro país se ha visto constantemente obstaculizado por la
Iglesia Católica, las fuerzas conservadoras y el grueso de las élites
económicas. Esta evidencia adquirirá su expresión más dramática durante la II
República y la posterior Guerra Civil y, de alguna manera, sigue evidenciándose
hoy en día en las políticas educativas de los diferentes gobiernos.